"Creo que las películas del cineasta iranía Abbas Kiarostami son extraordinarias. No sería capaz de traducir mis emociones en palabras, así que sencillamente les aconsejo ir a verlas y comprobar a qué me refiero"
Akira Kurosawa
Representante del cine iraní, estudió Bellas Artes en la Universidad de Teherán, diseñador gráfico por un tiempo, ingresó en el Centro para el Desarrollo Intelectual de Niños y Jóvenes Adultos, donde se creó una sección de cine. Ahí comenzaría su carrera de cineasta, con el cortometraje El pan y la calle. Kiarostami pertenece a la generación de cineastas que creó la renombrada nueva ola del cine iraní, que comenzó en los ’60 y se popularizó a partir de 1970. Esta corriente creó filmes artísticos innovadores con un alto contenido filosófico y político; algunos empleando realismo, otros mediante metáforas. También es poeta; publicó una colección de sus versos en 1999.
Su última película, Copie conforme, protagonizada por Juliette Binoche, le valió a la actriz la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2010. La cinta se alzó también con la Espiga de Oro de la última Semana del Cine de Valladolid (Seminci), ex aequo con Sin retorno, del argentino Miguel Cohan.
"La paradoja es la belleza de la vida, yo no soy el único que vive instalado en las paradojas. El mundo es así. A veces pienso que estas dos películas no tienen sitio aquí, pero a la vez creo que éste es el único sitio donde se pueden mostrar."
Abbas Kiarostami
Su cercanía a la infancia es palpable en su obra, Kiarostami trabaja con niños con la misma facilidad con que lo hiciera Truffaut. No se trata de una acercamiento de índole sociológica, sino de dignificar un período de la vida y demostrar que los niños esconden historias interesantes y de talante universal. Rostros que emanan naturalidad, mentes inquietas, el futuro alentador de un pueblo y humilde.
Escuchar es clave para entender. El sonido directo, la falta de música (que casi alcanza el estatus de rasgo esencial) y los silencios prolongados componen el espacio sonoro del cine de Kiarostami. Las imágenes fluyen sin necesidad de más apoyo y el director se toma el tiempo necesario para explicar lo que sucede en el interior de sus personajes a través de su inimitable uso de la cámara. Detrás del silencio, hay una actitud reflexiva que puede resultar válida.
"Probablemente el cine que hago es muy moderno en algunas cosas, y al mismo tiempo me gusta seguir algunas reglas clásicas. Pero prefiero no encasillarme en ningún sitio." Kiarostami
La historia que hoy nos trae Kiarostami es la de un alumno que busca la casa de un compañero para devolverle su cuaderno. En la escuela del pueblo de Koker, al norte de Irán, Mohamed no ha hecho los ejercicios en el cuaderno y el profesor le amenaza con la expulsión si vuelve a repetir la misma falta. Esa misma tarde, su compañero, Ahmed, toma por equivocación el cuaderno de Mohamed y cuando decide ir a buscar la casa de su amigo para devolvérselo, se pierde en la noche. Un canto a la solidaridad protagonizada por un niño, capaz de atravesar a pie kilómetros de campos en mitad de la noche por evitar el mal de su compañero.
Con esta anécdota como excusa argumental, realizada con una sorprendente economía de medios expresivos y una gran severidad formal, las veinticuatro horas de odisea de Ahmed, al modo de un Leopold Bloom infantil con ecos de Rossellini o De Sica, suponen un viaje iniciático plagado de esfuerzo, sinsabores y contratiempos y esconde, en realidad, una verdadera y arriesgada empresa moral fundada en el deber, la amistad y la lealtad, por encima de la obediencia, la comodidad y la aceptación de lo dado; un puro acto ético de rebeldía como a veces sólo los niños y los locos son capaces de llevar a cabo.
Estrenada en 1987. Debe su título a la derivación de un poema de Sohrab Sepehri, poeta a quien se incluye una dedicatoria al comienzo del film, y no han faltado quienes han llamado la atención sobre la doble lectura que esconde la palabra "amigo" del título –amigo es uno de los nombres de Dios en la tradición poética persa–, lo que pudiera llevar a interpretar que el viaje a "la morada del amigo" representaría una búsqueda mística. Primera película de la llamada Trilogía de Koker o Trilogía del Terromoto, después vienen Y la vida continúa y A través de los olivos. La película se atiene a lo que llamaríamos las "reglas del juego de la puesta en escena" y apenas presenta momentos donde se aprecie el subrayado del toque personal del cineasta, algo que sí ha sucedido, y cada vez en mayor grado, en sus posteriores trabajos. Un factor añadido, a su vez, al persistente carácter auto-referencial de gran parte de sus películas que han ido dejando en segundo término la historia –el fondo– y han ido acentuando el estilo –la forma– y la presencia del Kiarostami director dentro de ellas.
"Las películas buenas son las que puedes ver 25 veces y nunca dejas de encontrar cosas nuevas."
Abbas Kiarostami
Esta es la película más redonda de su autor, no sólo es aplicable a su calidad en el sentido metafórico, sino también, y más literalmente, a su forma. La película presenta una estructura circular que recorrerá los mismos escenarios varias veces y que regresará, en la escena final, al mismo lugar donde empezó todo: el aula.
Este viaje de ida y vuelta incluye en su interior otros apuntes que funcionan a su vez a modo de cadencia, de son repetitivo, otorgando al conjunto un cierto aspecto de "musicalidad". Uno de ellos es el movimiento, el viaje repetitivo de ida y vuelta que Ahmed hace al pueblo de su compañero de pupitre. El niño va y viene de Poshteh en dos ocasiones y Kiarostami no vacila en filmar esos viajes de la misma manera y desde idénticas perspectivas, en las que sólo cambia el orden: Koker> camino en zig-zag/colina con árbol/bosque/chabolas/ <Poshteh> chabolas/ bosque/colina con árbol/camino en zig-zag <Koker> camino en zig-zag/colina con árbol/bosque/chavolas/<Poshteh> chabolas/ bosque/colina con árbol/camino en zig-zag <Koker –este segundo viaje de vuelta, ya de noche, es eludido mediante una elipsis–. No pasa desapercibida la importancia que Kiarostami da a esos momentos de la película, pues es en esos instantes, los de los viajes de Ahmed de un pueblo a otro, donde Kiarostami hace irrumpir la musicalidad de la banda sonora, ausente en todo el resto de las escenas.
Otro detalle a tener en cuenta es el aspecto repetitivo y reiterativo que toman las palabras de Ahmed, a modo de cantinela, en su continua y suplicante demanda de información sobre el paradero de la casa de su amigo. Pero esta "repetición" no sólo ocurre con Ahmed. Casi todos los personajes con los que se cruza el infante no hacen más que repetir una y otra vez las mismas frases, evidenciando así la imposibilidad del diálogo y la comunicación existente entre ese universo adulto y el del niño.
Incluso la ayuda bienintencionada del viejo ebanista a la hora de indicarle el lugar resultará errónea, y rematará el equívoco que ya se planteaba y amenazaba la búsqueda al principio, cuando Ahmed descubre que le han indicado la vivienda de otro niño que se apellida igual. El riesgo del equívoco aparece en otros momentos. El más evidente es en la despersonalización de los cuadernos de deberes, que provoca la confusión inicial –"los son iguales", serán las palabras del niño- y que se prolonga hasta los instantes finales de la película cuando Ahmed, con los dos cuadernos cumplimentados, aún entregará el suyo a su amigo.
Las diferencias intergeneracionales cobran vida a través de una incomprensión que se respira, a la vez que un (casi) desprecio a todo lo que implica la infancia se materializa en diálogos de besugo y miradas inexpresivas. El niño pelea contra el orden impuesto oponiendo un gesto liviano, anecdótico para nosotros, pero que esconde la carga de profundidad del trayecto iniciático y del proceso vital. Los repetitivos diálogos son absurdos porque la postura de estos adultos lo es; el objetivo del niño es estúpido porque lo que le rodea le impone injustamente esa misión.
Todos los adultos que aparecen en escena no dudan en manifestar la necesidad que tiene Ahmed, y los demás niños, de adquirir responsabilidad y disciplina a la hora de crecer y "hacerse un hombre de bien", pero manifiestan, a su vez, en ellos mismos, esa falta de responsabilidad que promulgan, cuando ignoran y menosprecian el valor de la empresa que debe llevar a cabo el niño.
La estructura de la película también presenta dos momentos esenciales, debido a la ruptura narrativa que provocan. Durante toda la película, la cámara acompaña sin descanso al personaje de Ahmed en su odisea, pero hay dos instantes en los que el niño desaparece de escena y la cámara se queda en el escenario abandonado por éste, con otros personajes. Uno de ellos es el momento en el que su abuelo envía gratuitamente al niño a buscar sus cigarrillos y en el que explica a un vecino su particular sentido de la disciplina que pretende inculcar a su nieto. El otro es aquel en el que Ahmed emprende su regreso de noche a Koker y la cámara se queda otra vez unos minutos con el anciano ebanista que le ha ayudado. Dos momentos cruciales que sirven para mostrar dos aspectos y dos actitudes bien diferentes de una misma y vieja generación.
En la escena que cierra la película, a la mañana siguiente, Ahmed llega a clase con retraso, pero a tiempo de evitar la amonestación y expulsión de su amigo. Preguntado por el profesor por la causa de su retraso, Ahmed contestará que viene de Poshteh, lo que contraria ligeramente al profesor, ya que Ahmed vive en Koker, cerca de la escuela. Ahmed rectificará rápidamente, pero el espectador atento descubre en ese gesto del niño que la epopeya vivida por Ahmed aún ha proseguido esa misma mañana y que el niño ha insistido y repetido su viaje a Poshteh buscando dar con su amigo una vez más antes de ir a clase. Ahmed tomará asiento junto a su compañero de pupitre a tiempo de hacerle entrega del cuaderno de deberes –rellenado por él– momentos antes de que el profesor lo examine y lo corrija con buena nota: "Bien. Buen chico".
Ésta es pues una película que funciona en diversos niveles, desde el más sencillo como fábula infantil hasta otros muchos más complejos donde se busca deliberadamente una denuncia, no tanto de la incomprensión como de los absurdos códigos que rigen la educación y las costumbres de un país. Un film cuyo balance entre lo temático y lo formal encuentra la síntesis perfecta sacando el máximo jugo posible a la pregunta “¿Dónde está la casa de mi amigo?” y que ofrece la respuesta con otra pregunta quizás más compleja “¿Dónde están los valores de mi país?” Una forma bella y sutil de subversión, una muestra de cine puro y hermoso, que en una época de muerte de ideologías y de cinismo como herramienta de desapasionamiento se antoja necesario.
"Tras la revolución el cine iraní se vio constreñido a crecer en un contexto de grandes limitaciones. La supervivencia pasaba por respetar una serie de normas muy estrictas como la vestimenta de las actrices que debía seguir las mismas pautas impuestas a todas las mujeres en el espacio público y, en general, no mostrar comportamientos contrarios a la moral islámica establecida"
Firouzeh Khosravani
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