25/5/11

Éloge de l'amour, Jean-Luc Godard

 

"Pero Godard no es solo un iconoclasta inteligente. Es un destructor deliberado del cine, no el primero que ha conocido este arte, pero sí, por cierto el más tenaz, prolífico y oportuno".
Susan Sontag.

Edgar, un director de cine, realiza unas pruebas para encontrar a la actriz protagonista de su próxima película. Entrevista a unas cuantas candidatas antes de recibir a Elle, una joven que le inspira una extraña fascinación; tiene la certeza de haberla visto antes, pero no sabe dónde ni cuándo. Cuando decide elegirla para el papel, descubre que ha muerto. Recuerda entonces el momento en que la vio por primera vez: fue en una entrevista con una pareja de ancianos supervivientes del Holocausto que habían vendido a un productor de Hollywood amigo suyo los derechos del relato de sus vidas. Fue entonces cuando le presentaron a su nieta Elle, una estudiante de Derecho que se había ofrecido a revisar el contrato.


Película del gran Jean-Luc Godard, rodada en el 2001, e interpretada por Bruno Putzulu, Cécile Camp, Jean Davy, Françoise Verny, Audrey Klebaner.  Hacía más de treinta años que Godard no filmaba en las calles de París –desde Masculin-Femenin (1966)– y aquí vuelve, en un bellísimo blanco y negro (un tanto devaluado por la proyección en video), al escenario de la primera nouvelle vague, al punto que parece posible volver a ver, en una esquina del Barrio Latino, en un ángulo de la Concorde o en un café de Montparnasse, el rostro de Anna Karenina, como en Vivir su vida

Godard parece plantear en Elogio del amor la búsqueda del principio de todo, del fundamento último y primero, aquello que los filósofos presocráticos dieron en llamar el arje, y lo busca en el cine y a través del cine. Para los pensadores helenos, el arje habría de encontrarse en los elementos básicos de la naturaleza –la tierra, el aire, el agua, el fuego-; para Godard podría encontrarse en los elementos de la sintaxis cinematográfica y en la reflexión sobre el propio cine. Elogio del amor es una película que plantea un diálogo constante con la vida, con el cine y consigo misma y que oculta en su interior una reflexión profunda sobre la Historia de las historias.
Está película está anclada –en desarrollo- en los cuatros puntos del amor: el encuentro, la pasión física, la disputa y la reconciliación. Para ello, Godard se vale de tres historias que penetran las vidas de tres parejas: joven, adulta y anciana. Y cada una de estas, a su manera, forma parte de un proyecto artístico que permanece innominado a lo largo de toda la película. 

El realizador franco-suizo juega con los formatos y sus texturas, retoza con las técnicas digitales, y hace un uso magistral del montaje y la música regalándonos momentos de un lirismo desbordado al tiempo que construye un paisaje de la mirada que nos parece nuevo y, lo que es aún mejor, que realmente lo es.

Godard puebla este paisaje virgen de retazos, frases, sonidos, imágenes –tomadas o retomadas– dando forma a un desarrollo argumental en apariencia sencillo, donde un joven director de cine, Edgar, quiere plasmar en un film las cuatro estancias del amor, el encuentro, la pasión física, la separación y el reencuentro, en la piel de tres parejas de amantes que se encuentran cada una en las tres edades del hombre, la infancia, la madurez y la vejez, respectivamente. Este film dentro del film le sirve a Godard para reflexionar sobre el propio cine, sí, y las citas a directores y películas que le precedieron son continuas, pero también y de manera pareja le sirve para trazar un intricado y denso armazón reflexivo sobre el amor y sobre la vida. 

Elogio del amor contiene algunas de las imágenes más bellas que he visto en mucho tiempo, pero la sustancia del último largo de Godard no son sólo las imágenes; la acumulación de ideas, sonidos, referencias, frases, citas, músicas, reflexiones, presencias, ausencias... que pueblan los fotogramas de Godard parece encaminada a rodar el espacio que, como dijo Griffon, “hay entre las gentes” y que nutre “la vida, la vida simplemente”, o lo que es lo mismo, aquello que hace arte al arte. Para Roland Barthes la fotografía es la presión de lo indecible que lucha por ser dicho. Para Godard, su famosa “verdad a 24 fotogramas por segundo” podría entenderse como la presión de lo intangible que lucha por lograr sustancia, un afán matérico por salir del mundo de las ideas y al servicio del cual el artista se antoja un simple amanuense, con un papel fundamental eso sí, cuya caligrafía servirá de catalizador, de vínculo entre ambos mundos. Víctor Erice, definió de manera precisa ese vínculo: “Todo el mundo tiene la capacidad para crear y recrear en su interior. Y una película no existe hasta que es vista, si no hay unos ojos que miren esas imágenes, las imágenes no existen. Cuando acabo una película, ya no es mía nunca más, pertenece a la gente. Yo no soy más que un intermediario en el proceso”. 

Para Henry Miller la literatura, el acto de escribir, era “algo que es paralelo a la vida, pertenece a ella al mismo tiempo, y la sobrepasa”; para Godard podría decirse que el cine es la vida. Bresson (que es citado en varias y dispares ocasiones durante la película) planteaba su cinematógrafo de manera que la emoción partiría de una aparente desnudez que habría de ser vestida en la mente del espectador; Godard, en cambio, parece ofrecernos los más exuberantes ropajes que el espectador habrá de desvestir para encontrarse a sí mismo. 


EL: Los americanos no tienen pasado.
ELLA: Los del norte, no los mexicanos, ni los de Brasil.
EL: Sí, los del norte. No tienen recuerdos o muy pocos. Sus máquinas sí, pero no ellos personalmente. Entonces compran la de otros. Sobre todo aquellos que se les resistieron. O venden imágenes parlantes. Pero una imagen nunca dice nada. Deberían ser creativos, pero carecen de imaginación. Ya no se ve nada. Es lo que quieren probar.
ELLA: Pienso igual que usted.

"Lo que llama la atención cuando se lo ve en su trabajo es la soledad en que parece estar encerrado.
-Sí, pero eso se debe a mi naturaleza. No me preocupo demasiado por la filmación. Lo que realmente disfruto es la búsqueda. Las conversaciones que me agradan no interesan a nadie, según creo, aparte de algún amigo. Es algo que se remonta a mi juventud, el temor de molestar a los otros con cosas que no les interesen." [del diálogo que Jean-Luc Godard mantuvo con Michele Halberstadt con motivo del estreno de "Elogio del amor", en 2001]

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