11/12/11

Frozen River: no siempre estará helado...



Perteneciente a la ola de cine indie americano, es la historia de dos mujeres que la vida no las trata bien precisamente. Ray Eddy, una mujer “white trash”, (Melissa Leo) y su familia viven en el estado de Nueva York, en la frontera con Canadá que conduce a Quebec. El marido y padre les ha dejado, no es la primera vez: su ludopatía le empuja a gastar el poco dinero que consiguen ahorrar. Y ha ocurrido en el momento más inoportuno, cuando esperaban adquirir una casa prefabricada, vivienda bastante más digna que el pobre barracón que ocupan en la actualidad.En tal tesitura, ella conoce a Lila Littlewolf (Misty Upham), una chica mohawk que le propone una manera de ganar dinero fácil. El plan es arriesgado: pasar inmigrantes ilegalmente por el helado río Saint Lawrence, con patrullas fronterizas en las dos orillas. Cada una tiene algo que a la otra le falta. Contactos para ganar dinero fácil, un coche con maletero automático, un aspecto que no levanta sospechas con la policía. La desesperación por ganar dinero empuja a Ray a aceptar la oferta. Ray conducirá el coche y se repartirán las ganancias. Al principio, la capa de hielo es gruesa, pero a medida que siguen con su negocio y el hielo se hace más delgado, Ray y Lila descubrirán que trasladar inmigrantes tiene un precio.

Magnífica muestra del mejor cine independiente de Estados Unidos, premiada justamente en Sundance. Se trata de una historia de apariencia sencilla, cuya mejor cualidad es la humanidad de sus personajes, empujados por las circunstancias a tareas que suponen traficar con seres humanos. Dirigida y escrita por Courtney Hunt. La música corre a cargo de Peter Golub, Shahzad Ali Ismaily. La fotografía queda en manos de Reed Dawson Morano. En el reparto tenemos a Melissa Leo, Mistry Upham, Charlie McDermott, Michael O´Keefe y Mark Boone Junior. 

Considerada por el Instituto de Cine Americano (AFI) como una de las 10 mejores películas de 2008, Frozen River ha recibido numerosos premios y reconocimientos, como el de Mejor Actriz en el Festival de San Sebastián, el Gran Premio del Jurado en Sundance, así como dos nominaciones a los Oscar, al Mejor Guión Original y a la Mejor Actriz.

El cine estadounidense ha incluido frecuentemente indios entre sus personajes, dándoles un tratamiento escasamente elaborado y verosímil. Citados despectivamente como “pieles rojas” o incluso “salvajes”, fueron interpretados habitualmente por blancos caracterizados exiguamente.

John Ford aportó en "Cheyenne autumn" (El gran combate, 1964) una de las primeras miradas sensibles con su realidad, poniendo de manifiesto la llegada de su ocaso definitivo. Frozen River recoge el testigo de John Ford años después. Estamos a principios del siglo XXI, cuando los indios viven en reservas. Mantienen ya muy pocos rasgos autóctonos y han adoptado una forma de supervivencia subsidiaria de la del hombre blanco, cuya policía los vigila con desconfianza desde el límite territorial.

La directora, Courtney Hunt, da un paso más allá al situar la acción junto a la reserva Mohawk, en la frontera con Canadá. Nuestro tiempo no sólo ha confinado a la población india, sino que ha establecido otras divisorias que sitúan al recién nacido afortunado en el bando de la opulencia y al desafortunado en el de la pobreza.




Si el Río Grande dibuja la línea sur que atraviesan los “espaldas mojadas”, el San Lorenzo señala la raya norte donde confluyen inmigración ilegal, reserva india y pobreza. Porque, y esta es la aportación de Frozen River, no hace falta ser indio o haber nacido en México para ser pobre. En América, una concatenación de hechos desafortunados como la adicción al alcohol del marido, llevará a una mujer a la miseria. Entonces, para ella, desaparecen las diferencias y los prejuicios raciales. Terminará por sentirse igual a la india abocada a delinquir para salir adelante y a los asiáticos de limitadísima cultura que entran ilegalmente en su país.

Las similitudes con otras películas son evidentes, como por ejemplo con María, llena eres de gracia (2004). Una situación frustrante, sin perspectivas ni motivaciones en el horizonte, llevan a las protagonistas a cometer un acto ilegal. La necesidad obliga, incluso, a arriesgar las vidas. En María, llena eres de gracia el peligro está en que una pepa de heroína se rompa en el estómago, en Frozen River la muerte acecha bajo la capa de hielo. En ambos casos sólo queda rezar para que no te toque la lotería. Sin embargo, el peligro no acaba aquí. La policía, que no es tonta, vigila en ambos lados de la frontera, lo que convierte a la empresa en una tarea casi imposible, saltar de la sartén para caer al fuego.

Entre el thriller y el cine social, la realizadora Courtney Hunt (Memphis, Tennessee, 1964) va desgranando una historia que surge de la necesidad del ser humano de seguir adelante, pese a las adversidades. Lo hace, afortunadamente, sin sentimentalismos ni grandes estruendos y dentro del mejor cine independiente americano. El resultado es una narración fronteriza de las que dejan huella, pero también una historia de amistad que hace evidente la inexistente relación entre la comunidad india Mohawk y la estadounidense. Una película que rebosa naturalidad, una mezcla de Fargo y Thelma y Louise.
El primer largometraje de Courtney Hunt (basado en un corto previo de la propia realizadora) es puro lujo, con interpretaciones soberbias y un relato estremecedor (especialmente conmovedora resulta la escena de la pareja paquistaní y su bebé) que nos acerca al drama de la inmigración ilegal, la pobreza y la marginación. Hunt ha trabajado también en algunos episodios de la magnífica serie In Treatment.

Al tema del encuentro interracial y la superación de las diferencias en base al común denominador del corazón humano, se añade la cuestión recurrente de la ausencia del padre, el sacrificio redentor que nace del agradecimiento, el perdón e incluso la trascendencia. Dos mujeres maltratadas por la vida aprender a mirarse a la cara y a sacrificarse la una por la otra cuando descubren el valor de la vida y la alegría de tener a alguien a quien amar. Sutil, intensa, con un fenomenal manejo del ritmo, unos personajes magníficamente caracterizados (atención al hijomayor de Ray) y una fotografía bella y desoladora al mismo tiempo.

Está muy bien trabajada la progresión en la relación entre las dos mujeres, hasta llegar a algo muy parecido a la amistad, que como es sabido se demuestra en el sacrificio por el otro, en este caso la otra. Y también está bien perfilado el hijo adolescente, y los valiosos secundarios, ya sean los mafiosos de turno, o los policías, mostrados como auténticos seres humanos. Hay momentos de intenso dramatismo -el traslado de un matrimonio pakistaní, con la pérdida de un bebé precisamente en Nochebuena-, y un inspirado final.

La película es sobria, la luz está teñida de fríos azules, el paraje donde transcurre la acción, con el río helado, da pie a una preciosa fotografía, muy efectiva.
La estructura lineal que enmarca un lapso temporal breve, donde la secuencia de acontecimientos no se extiende mucho más allá de lo presentado en el metraje, no es más que la lógica consecuencia de una hábil elipsis, referida tanto al bagaje precedente como a la inmediata posteridad. De esta manera, la trama se constituye como un rito transitorio entre una situación inestable (y detestable) y una estabilidad atropellada, pero suficiente.
El guión, nominado al oscar al mejor guión original, empresa nada fácil para un filme independiente, contiene los ingredientes requeridos para que todo funcione, sin caer ni en excesos ni en gestos tímidos. El potencial literario de la obra es notorio y su capacidad dramática posee un nivel destacado.Magistralmente interpretada por el dúo de actrices protagonistas, sobre todo Melissa Leo, que logra que en cada plano su personaje reclame la parte de felicidad que le corresponde y que la vida le ha arrebatado, y su determinación en hacer lo que sea necesario para proteger a sus hijos.
Gran trabajo de las desconocidas actrices, Melissa Leo y Misty Upham.



La puesta en escena es contundente, pero llena de buen gusto y sin caer en el fácil deleite por lo dramático. El tratamiento de las situaciones demuestra una gran simpatía por lo humano y nunca cae en la tentación de lamerse las heridas. En este sentido es muy interesante la figura del hijo mayor, T.J., un chico que ha aprendido a madurar y que afirma el valor positivo de la realidad a pesar de los nubarrones que se ciernen sobre su cabeza.

Hunt consigue que aunque las protagonistas de la película sean las traficantes de seres humanos (víctimas además de la pobreza y de la marginación), tampoco se quede en segundo plano el problema de los inmigrantes (la familia hindú, las dos chicas chinas...). Las circunstancias de todos ellos quedan dibujadas en un instante, con una mirada... pocos directores son capaces de conseguir eso. Al final, un relato completo, dibujado desde diferentes perspectivas, y sostenido por una estimulante intepretación de sus actores principales.



Tarantino dijo de la película que "es uno de los thrillers más inquietantes que he visto".

"Los hijos son las anclas que atan a la vida a las madres" Sófocles












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