24/3/11

Double Indemnity. Billy Wilder



Película basada en una novela de James M. Cain. Con guión de Raymond Chandler ("Extraños En un Tren", "El Sueño Eterno") y Billy Wilder ("Con Faldas y A Lo Loco", "El Apartamento"). Siete nominaciones al Oscar, incluyendo película, director, actriz (Stanwyck), guión.

La acción tiene lugar en LA entre finales de mayo y el 16 de julio de 1938. MacMurray es un vendedor de seguros que, en connivencia con Barbara Stanwyck, elabora un plan para asesinar al marido de ella y quedarse con el dinero de su seguro. Obra cumbre del género, uno de los ejercicios de suspense más fascinantes de todos los tiempos.

La película enfrenta a un hombre honrado, pero débil, con una mujer fuerte, sin escrúpulos, que aprovecha su atractivo personal para engañarlo, manipularlo y utilizarlo despiadadamente. Es destacable la sordidez de la historia, centrada en la ejecución de un crimen con premeditación, frialdad, desprecio por la vida humana, codicia y alevosía.

El papel del protagonista masculino de la película, el agente de seguros Walter Neff, le fue propuesto por Wilder al actor George Raft, quien se negó a interpretar a un asesino. Su siguiente elección fue Fred MacMurray, un actor de la Paramount especializado en películas musicales. A pesar de sus reticencias iniciales, terminó por aceptar. Para el papel de la protagonista femenina, Phyllis Dietrichson, escogió a Bárbara Stanwyck. La actriz también tuvo sus dudas ante el desafío que para su carrera planteaba interpretar a un personaje tan odioso, pero, según ella misma recordaría varios años después, se decidió cuando Wilder apeló a su orgullo, preguntándole : "¿Eres una actriz o un ratón?" Wilder tuvo la idea de que, para mejor representar el tipo de mujer fatal que exigía el guión, Stanwyck llevase una peluca rubia. El director de fotografía John F. Seitz recuerda un comentario del jefe de producción de la Paramount, Buddy DeSylva: "Hemos contratado a Barbara Stanwyck y aquí tenemos a George Washington".

Narrado en flashback con voz en off de Fred MacMurray, con su confesión, en un personaje que en principio iba a ser para Dick Powell o George Raft, la película cuenta con dos partes claramente diferenciadas. La primera escena detalla la atracción sexual, el plan del homicidio y la posterior ejecución del crimen, mientras que la segunda narra la investigación del siniestro por parte del astuto perito de la compañía de seguros (un sensacional Edward G. Robinson), en la que se dibuja con habilidad la angustia sufrida por los personajes involucrados en el crimen (en especial por parte de MacMurray) ante el temor del descubrimiento del asesinato y el consiguiente fraude.

Wilder utiliza los dos recursos más deliciosos del cine negro: el flashback y la voz en off. Con el primero articula la historia contándonos el final en el minuto 5 (I did it for the money, and for a woman, and I don`t get the money, and I don`t get the woman…”), lo que sumerge en la amargura al resto del relato; y con el segundo nos introduce en los pensamientos, sentimientos y reflexiones más profundos del protagonista. Son para enmarcar el primer encuentro de los protagonistas, cargado de erotismo, la tensa escena de la puerta y los pequeños detalles, como la pulsera del tobillo de la Stanwyck, el enano infalible o las cerillas.

El espectador queda con la sensación de que los verdaderos motivos que mueven el comportamiento perverso de los dos protagonistas no quedan explicados de modo justo y cabal.

El personaje femenino, de una frialdad ofuscadora, caracterizado por una espléndida Barbara Stanwyck, con una peluca rubia platino y una pulsera en su tobillo, pasó a engrosar la lista de las mejores femme fatales que ha conocido el séptimo arte.

Desde el principio el espectador conoce quién es el asesino, pues la película comienza por el final de la trama y con un flashback se explica la historia. Este hecho incide en la recepción de la película, ya que lo que le interesa al público no es quién ha matado al señor Dietrichson, pues ya lo sabe, sino cómo se ha planeado el crimen y, sobre todo, por qué Walter Neff no ha conseguido ni el dinero ni la mujer, tal y como él mismo afirma al comienzo. Así, no hay grandes sorpresas a lo largo de la película, ya que ocurre todo de forma gradual, con intriga, pero avanzando poco a poco, deteniéndose en la contemplación de la belleza, las emociones, la crueldad,…

Se llegó a rodar un final alternativo en el que el protagonista es conducido a la cámara de gas del cuál sólo de conservan algunos fotogramas. Este final le pareció demasiado moralista a Wilder que afortunadamente optó por algo más poético, el protagonista arrastrándose hasta el umbral de la puerta, donde se da por vencido y busca, pero no encuentra, una cerilla que finalmente le ofrece su amigo…

El cine negro es el resultado de una doble influencia: por un lado, las novelas hard-boiled que habían tenido su gran eclosión en la década de los treinta, inspiraban una gran parte de los guiones de estos films; por el otro, la estética de estas películas remitía de manera directa al expresionismo cinematográfico alemán que ya había dejado su huella en el género de gángsteres de los años treinta. A este respecto, no es casual que gran parte de los directores de los grandes films del género de mediados de los cuarenta, fuesen inmigrantes europeos, entre los cuales estaban Fritz Lang, Otto Preminger, Michael Curtiz, Robert Siodmak o Billy Wilder. El género negro es aquel del que nos habla Raymond Chandler en su ensayo The simple art of murder”, aquel que surge de callejones oscuros y rincones ignorados por conveniencia y que trata del asesinato como frustración del individuo.

El guión que Chandler y Wilder escribieron (entre alguna discusión que otra), conseguía incluso mejorar la magnífica novela de Cain. Hasta el mismo escritor reconoció que le hubiera gustado que se le hubieran ocurrido algunas de las cosas que ahora añadían los guionistas, como la confesión de Neff. Los magníficos diálogos entre los protagonistas nos recuerdan que a veces un personaje puede ser mucho más atractivo por lo que piensa que por lo que dice. Los personajes del cine negro nos obligan a leer entre líneas, a intentar fisgonear en su negra alma a través de unas palabras vacías de sentimentalismo explícito y falsa moral. La mordacidad de los diálogos es realzada, si cabe, por la excelente interpretación del trío de actores elegido (mención aparte de los secundarios, Jean Heather en el papel de Lola Dietrichson y Byron Barr como Nino Zacchetti que a no consiguen estar a la altura de sus excelentes compañeros).

El director de fotografía John F. Seitz sentó las bases y el estilo visual característico del genuino cine negro. La iluminación olvida absolutamente el glamour imperante en el cine del momento para crear un juego de contrastes que consigue la perfección en la escena en la que Phyllis y Walter se disparan. Phyllis espera a Neff en el sofá de su salón, sólo iluminado por la luz que se filtra entre las láminas de la persiana. Walter cierra las ventanas justo antes de que Phyllis le dispare: la oscuridad total invade el alma de los dos personajes, quienes ya sumidos en el más profundo amor/odio, intentan matarse mutuamente. El estilo visual de Seitz consigue crear una atmósfera cargada y agobiante, la misma que Neff destaca cuando describe el interior de la casa de los Dietrichson, polvoriento y con olor a cigarros consumidos la noche anterior. Seitz logró con Wilder una de las fotografías más bellas del cine negro. La capacidad de evocación que tiene el tratamiento de la luz en Double Indemnity va más allá de lo habitual hasta el momento. Recoge una fuerte influencia del expresionismo alemán de Fritz Lang y Murnau. Si el rostro refleja el alma de cada persona y ésta es en realidad un laberinto imprevisible, la luz debe huir del semblante. Este tratamiento del rostro como el negativo de una fotografía es un prodigio de expresividad y de efectividad respecto al espectador.

Los decorados de Hal Pereira no podrían funcionar mejor. Magníficas son las escenas en el supermercado, lugar perfecto en el que poder cruzar algunas palabras ante ciegos y anónimos testigos, los cuales llenan su cesto sin advertir que a su lado urden su plan dos asesinos. La casa, de estilo español algo anticuado y cuyo salón recargado de muebles acompaña el aire opresivo de la sala. Y la oficina, con su doble nivel que separa los despachos de los jefes del patio de mesas de los simples trabajadores .

La música de la mano de Miklós Rósza, que aunque pueda resultar en algún momento un tanto agresiva y estridente, acompaña a la perfección el aire corrupto del film y embellece por otro lado las escenas más amargas, (Walter cierra la ventana en el salón de Plyllis pues no puede soportar la música dulce que viene de la calle).

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