Según la RAE, Revolución (Del Latín, revolutĭo, -ōnis) es la acción de revolver o revolverse, cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. Para Eric Hobsbawn, cualquier hecho, o hechos, que puedan agruparse en "formas violentas de acción política" es una revolución o insurrección o guerrillas o golpes de estado... .
¿Es lo que esta sucediendo hoy en día? ¿Es esto lo que pasa en el "mundo árabe/musulmán"? Estas y otras cuestiones vamos a intentar de responderlas a lo largo del artículo.
¿Qué es el islamismo? Como concepto religioso, aglutina a todos aquellos que siguen las enseñanzas de Mahoma, el profeta. El concepto confesional de la política, basado en la unidad de todos los musulmanes al margen de la identidad nacional o cultural. Aunque actualmente aparezca como la vía política más fuerte dentro de los países de mayoría musulmana no ha sido, ni tampoco, es la única.
Hay distintos ideólogos o teóricos como Hassan al Banna, egipcio y fundador de los Hermanos Musulmanes en 1928, y Mawlana Abul Ala Mawdudi, indio y creador de Jamaat i-Islami, movimiento creado en 1941 y con gran éxito en el sudeste asiático. Sin embargo, a pesar de las diversas teorías, cómo en todas las religiones, hay elementos comunes. En esta ocasión son:
- El Islam constituye una ideología que comprende todos los ámbitos que afectan al individuo, a la sociedad y al Estado.
- El Corán, la Sunna y la Sharia constituyen los fundamentos que organizan la vida musulmana.
- El principal concepto político es la Umma, la comunidad de los creyentes. Tenemos que recordar que la Umma, un concepto teológico de fraternidad entre los musulmanes, ya había tenido desde los inicios cierto contenido político. Ahora se convierte en el principal vínculo político, por encima de la identidad nacional, de la étnica, lingüística, etc.
- La debilidad vivida en el seno de países islámicos se ha debido a la infidelidad y al haberse apartado de la senda de Dios.
- La fidelidad al reestablecimiento de la soberanía de Dios por medio de la implantación de la ley divina traerá éxito, poder y riqueza a la Umma: comunidad islámica.
- Para recuperar el orgullo de esta comunidad es necesario comprometer al Estado y a la sociedad con la reinstauración de la Ley de Dios.
Sin embargo, la aplicación del espíritu y de las leyes islámicas es desigual. El Islamismo no es un bloque monolítico, presenta múltiples tendencias, diversos registros, es un movimiento multiforme. Las diferencias provienen, en primer lugar, del aspecto doctrinal (sunnismo y chiísmo). En segundo lugar, tenemos las diferencias que arranca de la interpretación. Aún hoy existe el debate sobre la Itjihad -interpretación- entre los que consideran peligrosa la interpretación y aquellos que son partidarios de una interpretación que adecue la doctrina a un lenguaje de hoy. Sin embargo el debate está en las formas porque la interpretación es, no sólo necesaria, sino a todas luces imprescindible ya que sólo ochenta versículos contienen reglas de derecho. Muchas de estas son inaplicables hoy, ya que desapareció el contexto histórico para el que se escribieron. Depende de la escuela doctrinal que haga la exégesis para que se extraigan unas leyes de tipo rigorista y puritano (wahabbíes) o para que haya una visión más social partidaria de la modernización, aunque contraria a la occidentalización (caso de los Hermanos Musulmanes).
El colonialismo occidental produjo la reacción islámica, caracterizada por un sentimiento panislamista que, además, propugnó diversas reformas religiosas. Abdulhamit, sultán otomano, intentó situarse a la cabeza de un mundo islámico unificado, capaz de oponerse al nacionalismo de los territorios balcánicos cristianos que estaban bajo su dominio. Sin embargo, la derrota turca en la Gran Guerra y la supresión del califato por Ataturk dieron al traste con el movimiento. Heredero directo fue el panarabismo, que cristalizó en la Liga Árabe (1945), integrada inicialmente por Arabia Saudí, Egipto, Iraq, Siria, Líbano, Transjordania y Yemen del Norte. Entre sus objetivo estaban, y aun siguen estando, prestar ayuda a los países miembros y defenderlos de la intromisión colonial, así como mediar en los posibles conflictos entre sus miembros.
El proceso descolonizador, acentuado tras la II Guerra Mundial, ya había comenzado en las primeras décadas del siglo XX, con las independencias de países como Yemen del Norte (1918), Egipto (1922) y Arabia Saudí e Iraq (1932). Líbano consiguió su independencia durante el conflicto, mientras que a su finalización surgieron Jordania y Siria. Libia se proclamó independiente en 1951, abriendo el camino para Marruecos y Túnez (1956), Mauritania (1960), Kuwait (1961), Argelia (1962), Yemen del Sur (1967) y Bahrein, Omar, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (1971).
Bramón, citando a Segura Mas, señala diversos factores internos y externos como configuradores del Islam actual, entre los que los más importantes son el surgimiento del Estado de Israel en 1948; la penetración de la influencia occidental y soviética en los países islámicos, por motivos económicos, políticos y militares; y, por último, el surgimiento de diversas tendencias políticas contrapuestas en los mismo países islámicos, además del reciente islamismo político.
Son numerosos los conflictos bélicos que han sacudido en los últimos años al mundo islámico. Las guerras árabe-israelíes; la confrontación entre Irán e Iraq tras la revolución islámica que llevó al poder a Jomeini tras derrocar al Sha Pahlevi; las dos guerras del Golfo; las de Agfanistán -invasión soviética, guerra civil e invasión norteamericana, que acabó con el régimen talibán-, son algunos de los conflictos de mayor repercusión. También son importantes las confrontaciones entre musulmanes y no musulmanes en países como la India, Indonesia y Filipinas.
Los graves problemas sociales y políticos que afectan a la mayoría de los países, la desigualdad económica, el sentimiento de hallarse ante un enemigo exterior poderoso -Occidente-, al que se culpa de todos los males... todo ello hace que surjan con vigor respuestas de índole político-religiosa, que propugnan una interpretación restrictiva y beligerante del Islam, un islamismo militante -entendido en Occidente como fundamentalismo o integrismo- entre cuyos objetivos está acabar con el enemigo sionista y capitalista, además de una vuelta a los que se consideran principios fundacionales del Islam. En Argelia, así como en otras partes del Magreb, se ha producido el ascenso de los islamismos, mientras que en el Oriente Próximo, al calor del conflicto árabe-israelí, han surgido organizaciones más o menos radicales como la OLP -Organización para la Liberación de Palestina- de Arafat; el FPLN -Frente Popular de Liberación Nacional- de Habas; el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás o Hezbolá, el shií "partido de Dios" que opera en el sur del Líbano.
Las relaciones entre Occidente y el mundo islámico en su conjunto están lejos de ser bien entendidas, menos aún tras el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York del 11 de septiembre de 2001, del que se ha responsabilizado al grupo islamista dirigido por el millonario saudí Osama Bin Laden. De manera inevitable, el mundo cristiano y judío, que coincide a grandes rasgos con los países capitalistas y desarrollados, está obligado a entenderse con el mundo musulmán, que integra a más de mil millones de personas y es la principal creencia en más de cincuenta países.
La democracia es el buque insignia de los valores occidentales. Tanto es así que ha llegado a trascender hasta situarse entre los valores universales. Huntington señala la situación de la democracia en los países musulmanes como una de las razones más poderosas en su argumentación sobre el choque de civilizaciones. Cabe preguntarse, ¿es posible la compatibilidad entre islamismo y democracia? Aquellos que defienden que ésta no existe dan tres razones para legitimar su posición:
2.- Muchos grupos islamistas se niegan a adoptar los principios democráticos e incluso vemos que los más radicales boicotean los intentos de democracia incluso utilizando el terrorismo como arma de lucha política.
3.- La práctica de los activistas islámicos allá donde asumen el poder no contempla la democracia. Incluso cuando han obtenido cuotas de poder por vías democráticas han actuado en contra del sistema.
Gema Martín Muñoz sostine que: el autoritarismo moderno del Estado-nación árabe está más relacionado con factores como las deficiencias en los procesos de descolonización, injerencias externas, divisiones artificiales de las fronteras, el proceso de deslegitimación de las elites, el predominio del Estado protector, las relaciones entre las clases sociales, la urbanización o la falta de desarrollo económico, que con “defectos congénitos” atribuibles al Islam.
El Islam, como cualquier otra religión, depende en gran medida del desarrollo de la hermenéutica, de la interpretación actual de los textos sagrados. Fátima Mernissi en una entrevista declara: “Se afirma con demasiada facilidad que existe un conflicto entre la democracia moderna y el Islam. De hecho no es así; el conflicto se da entre un despotismo enmascarado de sagrado y la democracia”. Sería justa la reflexión de François Burgat: “¿Es capaz de ser demócrata la civilización musulmana? Se podría decir que no menos capaz que la civilización cristiana antes de llegar a serlo”.
Hay que aparcar cualquier tipo de determinismo cultural y examinar aquellos factores económicos, políticos, sociales e ideológicos que marcan la situación de una civilización. Porque la cultura, y dentro de ella el fenómeno religioso, es el vehículo de expresión de un conflicto y no su causa.
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