24/2/11

"Misterio y cine" (fragmento) Elfriede Jelinek

"Esos muertos de los que se desconoce la causa de su muerte. Todos parecen sanos y salvos, e incluso visten elegantemente y se mueven como si estuviesen bailando en una antigua piscina. Y en esa carne casi desmayada debe entrar el empuje, la energía, como si de un reloj de música se tratara, que siempre hay que darle cuerda hasta que se rompe. Es sorprendente ese estímulo, sin cuerpo, como la llama de una cerilla que se mantiene en el celuloide y consigue que las denominadas personas, es decir, los vivos en la película, aparezcan como quemadas, como si tuvieran un contorno oscurecido por el hollín que les hace más irreales que los fantasmas que salen en escena. Ese contorno, en que los vivos parecen sujetos y los muertos muestran gran vitalidad, no cuadra. ¿O hemos sido nosotros, con nuestra mirada, los que hemos hecho los agujeros en la película? El espacio del celuloide, un espacio técnico, se transforma en uno abstracto, en el que los muertos tienen más fuerza que los vivos, encerrados juntos en ese lugar, y cuya limitación/estrechez nos transmiten a los espectadores, subyugándonos. No importa el que estemos o no: los genuinos, los reales, han rodado y descansan, y existen también sin nosotros. Y especialmente aquellos que no existen, los fantasmas, y sobre todo la joven protagonista de la cinta, su luminosidad, esa piel que aún le queda, parece presionarla como si fuera una gabardina transparente bajo una lluvia torrencial a su huida en la oscuridad. También podemos cerrar los ojos. Y los vivos, al igual que el erizo ante el conejo, no tienen ningún refugio a dónde ir, a pesar de estar allí. A pesar de que sólo se contienen a sí mismos sin poder determinar nada."

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